El sábado pasado nos juntamos en un grupo pequeño en el Módulo, dentro de la programación de encuentros para mujeres jóvenes. Nuestro objetivo: hablar de relaciones tóxicas. Pero sobre todo, recoger los aprendizajes y experiencias de cada una, en un espacio de comprensión y confianza.
Cada una hablamos de lo que entendíamos por una relación tóxica, y tratamos de diferenciar cuándo ésta se transforma o traspasa el límite a ser en realidad una relación violenta, identificando sobre todo, que cuando existe un ejercicio desequilibrado de la violencia, la etiqueta de “tóxica” se queda muy corta. Hablamos de relaciones tóxicas con amistades, en la familia, en el trabajo. También de cómo darnos cuenta de si una misma puede estar siendo tóxica, o de qué podemos hacer si nos damos cuenta de que estamos en una relación donde impera esta toxicidad, o cómo podemos ayudar a alguien que lo esté.
Durante la reflexión conjunta, compartimos nuestras ideas sobre las relaciones de poder y asimetría, sobre cómo se transmite generacionalmente la violencia y cómo nuestra cultura nos enseña conductas violentas romantizadas en forma de amor o cuidado, en ejemplos como “lo hago por tu bien, es lo mejor para los dos”… También nos dimos cuenta de lo normalizada que está la violencia en el ámbito escolar y cómo eso va creando que ciertas personas estén acostumbradas a utilizar mecanismos violentos para relacionarse, pero también de la influencia que tiene para todas ver el acoso, ser testigo de ello o pensar que te va a poder pasar.
Encontramos entre nuestras estrategias, que a veces lo que más nos ayuda con una relación tóxica es tomar distancia o bien física, o si es imposible por las circunstancias, al menos psicológica, para poder valorar con el tiempo como se encuentra la relación, cómo me siento yo o qué ha hecho la otra persona en ese tiempo. También hablamos de que a veces socialmente no se nos permite tomar esa distancia, especialmente cuando se trata de un vínculo familiar, pero cómo, aún así, en muchas ocasiones esa distancia es salvadora. Otras estrategias que comentamos fueron la escucha de nuestro cuerpo y sus señales, la mejora de nuestra red social, tener proyectos propios, para mejorar nuestra autonomía, la necesidad de trabajar en terapia en ocasiones, o poder compartir en grupos. Y saber, sentir y re-sentir, que merecemos que nos quieran bien, que nos quieran bonito.
Una de las compañeras del grupo identificó que en relaciones en las que tenemos más bajas las defensas, por la aparente igualdad que existe entre nosotras, puede haber un mayor riesgo de que nos hagan daño sin enterarnos. Por eso muchas de las que nos acompañaron en este encuentro identificaron haber vivido toxicidad en relaciones con amigas, con otras mujeres, o incluso en colectivos feministas. Esto nos hizo hablar del poder, y de cómo si no somos conscientes de cómo lo manejamos podemos reproducir mecanismos patriarcales y competitivos de forma automática.
Las asistentes se sintieron muy agradecidas de poder compartir experiencias y analizar juntas la toxicidad y violencia en los vínculos o relaciones. Nos sorprendió mucho que a pesar de que normalmente se coloca la etiqueta de “relación tóxica” a la pareja, hemos hablado prácticamente de otro tipo de relaciones, con lo que nos fuimos con la sensación de haber podido profundizar y reflexionar juntas, y que es necesario tener estos espacios donde, con confianza y sostén por parte de la dinamizadora del grupo, podamos expresar vivencias, preguntarnos y cuestionarnos y a la vez, legitimarnos juntas.
Gracias a las que acudisteis por primera vez, a las que volvisteis y a las que seguís.
Nos vemos en octubre!
Ianire Estébanez. Sábado 28 de septiembre, 2019.